¡Hola!
Esta semana estoy de viaje de
trabajo por Madrid y parece que mi ordenador, con sus problemas de
conectividad se ha sumado a la huelga de Metro que ha
colapsado la ciudad estos días. Asi que, dado que no puedo leeros ni
escribir demasiado, voy a contaros dos
historias (verídicas) que tratan sobre como, por más que nos
esforcemos, los
niños siempre nos dan mil vueltas.
La sesión doble tiene drama y comedia así que empezamos por el drama, para terminar el día con una sonrisa:
En la primera, una
familia lleva a su
perro, muy viejito y enfermo al
veterinario para que le ponga la inyección y deje de
sufrir. Puesto que el hijo de dicha familia, un
niño de siete años, está muy apegado al
animal, los padres deciden
celebrar una especie de
funeral en el que se le rinda
homenaje y, de paso, tratar de explicar al
chaval el concepto de la
muerte. De modo que le dicen que todos querían mucho a Toby y Toby los quería mucho a ellos, especialmente a él. Y que, no obstante, aunque sólo tenía 16 años, eso equivale a un auténtico
anciano para los
humanos. Y el niño dice "claro, sus años valen más, porque ha entendido más rápido que lo
importante de verdad es querernos todos".
En la segunda, (el prota es mi primo), un padre que va a ingresar en el
hospital y se va a ausentar de casa por una operación menor, le dice a su hijo de
cuatro años que no va a poder estar estos días, porque como tiene pupa, el
médico tiene que quitársela. Y el niño, mirándolo con gesto reprobatorio le dice: "papá, ¿pupa? ¡tienes 37 años!".
QUE TENGÁIS FELIZ SEMANA. Os leo a todas el sábado.