Otro collar de ágatas naranjas y verdes y mi abuela

Mi abuela era un ser mitológico, casi de leyenda. No sabía hablar bajito. Cuando entraba por las mañanas en tu cuarto, pasabas del sueño más profundo al terror más absoluto al grito de "¡QUIERES UN VASITO DE LECHEEEEE?".
El mundo fue demasiado rápido para ella, que no entendía que dos chicos pudieran estar juntos como pareja. No le parecía mal, pero no lo entendía. Me preguntaba "Hija, ¿quién hace de mujer?". Tenía problemas con algunas palabras, "jerolífico" o "reservativo" eran habituales en su diccionario y un día llegó a casa algo confusa porque se había enterado de que dos amigas mías dormían juntas, así que dijo "claro, serán bibianas".

No estoy muy segura de que conociera el amor. Ella tuvo a para dar y repartir y sus hijos y nietos la adorábamos, pero no se si algún hombre la quiso bien. Siempre fue generosa y nunca pidió nada a cambio, aunque cuando, después de haber ido a visitarla, nos marchábamos, nos miraba con un poco de pena y decía "hemos estado bien, ¿verdad?".
Nunca participó en esas competiciones de los abuelos, que se pelean por ver a quién le duelen más cosas. Incluso cuando estaba pachucha, siempre, según ella, estaba mejor.
La muy condenada siempre fue coqueta como ella sola. Se pintaba los labios y (una cosa que siempre me fascinó y que le daba un aire como de muñeca) los pómulos con un poco del mismo lápiz que llevaba (nunca me hizo caso cuando le dije que usara colorete). Y, sobre todo, ¡le encantaban los collares que le hacíamos!
Le gustaban particularmente las perlas y las piedras de colores, como estas ágatas del collar de hoy. Yo le he puesto un lazo de organza, pero a ella le gustaban solas. Espero que a vosotras también.